Participación económica por sexo y educación
período 2005 - 2018
Se conoce como brecha de género (gender gap) a la desventaja de mujeres frente a hombres, que aparece en referencia a logros sociales, políticos, intelectuales, culturales o económicos. Sus consecuencias implican que las mujeres están en inferioridad respecto de los hombres en cuanto a retribución, posibilidades de ascenso al interior de las organizaciones, acceso a cargos de decisión. En los estudios de género se usa la expresión metafórica “techo de cristal” para ilustrar la existencia de barreras invisibles que encuentran las mujeres para avanzar en la carrera profesional y progresar hacia puestos de responsabilidad. El efecto no atañe solo a diferencias de género, sino que es válido también para diferencias étnicas y religiosas, y pone el acento en que las dificultades de ascenso van haciéndose mayores a medida que se avanza en la carrera (Cotter, Hermsen, Ovadia, & Vanneman, 2001). De manera equivalente, los límites para el acceso de mujeres a determinados segmentos del mercado laboral, se conoce como “paredes de cristal”. Este efecto de segregación ocupacional depende del grado de segmentación laboral por género que haya en diferentes economías (Miller, Kerr, & Reid, 1999) y reconoce variaciones culturales. Las expresiones se refieren a los límites que tendría la movilidad laboral, tanto en sentido horizontal —entre diferentes ocupaciones—, como vertical —hacia puestos de mayor jerarquía—.
En la actualidad, los movimientos feministas van logrando quebrar barreras y modificar conductas arraigadas largamente. Este avance en dirección a la meta de igualdad de derechos y de oportunidades entre hombres y mujeres sucede con lentitud porque constituye un cambio cultural que impregna todas las relaciones interpersonales. Las resistencias se levantan contra amenazas a un estado de cosas que perduró por siglos; la pérdida de privilegios de los varones se combina con el cuestionamiento a creencias prevalecientes tanto entre varones como entre mujeres. Como es de esperar en procesos de cambio profundo, los avances no suceden sin conflictos ni luchas. Los cambios se perciben, pero son difíciles de evaluar en su extensión y profundidad. Además, los procedimientos para dar cuenta del estado y de las tendencias en el tiempo, difieren según los organismos que los diseñan y según las fuentes de datos a las que apelan.
La literatura sobre la brecha de género suele centrarse en algunos emergentes visibles y objetivables, que se organizan en torno a cuatro dimensiones: acceso a salud (Dahlin & Härkönen, 2013), educación (Van Bavel, Schwartz, & Esteve, 2018), logros económicos (O’Neill, 2003) y participación política (Beauregard, 2018; Sartori, Tuorto, & Ghigi, 2017).
En esta series de posts nos concentramos en la dimensión económica, si bien se limita a solo un aspecto de la brecha de género —el económico—, se trata de aquel que a escala global muestra el comportamiento menos auspicioso. Para observar los cambios partimos de la diferencia en la forma en que se participan en la actividad económica mujeres y varones. Son diferentes las proporciones de mujeres y varones que están en el mundo laboral, están afectados de manera diferente por la desocupación, trabajan cantidades de horas diferentes y los niveles de educación de mujeres y varones no son homogéneos. Hacia esas diferencias dirigiremos la mirada a fin de aportar factores que expliquen la brecha de género en lo económico.
A modo de primer ejemplo, mostramos la evolución entre 2004 y 2018 de la participación en la actividad económica de varones y mujeres, según su nivel de educación.
Allí se aprecia la distinta participación en la actividad económica de varones y mujeres y la estabilidad, tanto del nivel como de la diferencia a lo largo del tiempo. Las distancias entre los grados de participación laboral de mujeres y varones se reducen cuando se consideran niveles de educación más altos.
Las bases están disponibles en el sitio del INDEC, y las operaciones que conducen al gráfico aquí
Referencias
Beauregard, K. (2018). Women’s representation and gender gaps in political participation: do time and success matter in a cross-national perspective? Politics, Groups, and Identities, 6(2), 237–263. https://doi.org/10.1080/21565503.2016.1207548
Cotter, D. A., Hermsen, J. M., Ovadia, S., & Vanneman, R. (2001). The Glass Ceiling Effect. Social Forces, 80(2), 655–681. https://doi.org/10.1353/sof.2001.0091
Dahlin, J., & Härkönen, J. (2013). Cross-national differences in the gender gap in subjective health in Europe: Does country-level gender equality matter? Social Science & Medicine, 98, 24–28. https://doi.org/10.1016/J.SOCSCIMED.2013.08.028
Miller, W., Kerr, B., & Reid, M. (1999). A National Study of Gender-Based Occupational Segregation in Municipal Bureaucracies: Persistence of Glass Walls? Public Administration Review, 59(3), 218. https://doi.org/10.2307/3109950
O’Neill, J. (2003). The Gender Gap in Wages, circa 2000. American Economic Review, 93(2), 309–314. https://doi.org/10.1257/000282803321947254
Van Bavel, J., Schwartz, C. R., & Esteve, A. (2018). The Reversal of the Gender Gap in Education and Its Consequences for Family Life. Annual Review of Sociology, 44(1), 341–360. https://doi.org/10.1146/annurev-soc-073117-041215